lunes, 11 de agosto de 2014

Ausente

Lo que más le dolía, seguía siendo que al final no podría si quiera llamarlo intento. 
La amó, es verdad, fue un amor a manos llenas, rebosante de alegrías y emoción. Cuando el amor llega, la sonrisa es la evidencia. Pero pasaba el tiempo y en su rostro solo se percibía un esbozo forzado, una retorcida línea que develaba falsedad.

“El amor es eterno”, le habían enseñado y se negaba a creer lo contrario. Y así, con el cabello enredado y la ropa del trabajo, se arrastraba hasta casa de ella y le juraba un amor que menguaba evidentemente, de la misma forma que el desencanto de su sonrisa al escuchar su llegada.

Las cosas jamás tuvieron que ser así. Tal vez ese amor nunca debió empezar, en primera instancia. Pero ella lo llevó a consumarse y sin saberlo, desde el principio, ese era su destino… consumarse.

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