domingo, 10 de agosto de 2014

De actos

Eres mi universo comprendido en una cama mojada. Eres mi enfermedad sin cura. La ansiedad con la que posees no solo mi cuerpo, sino mi ser. Me tomas por completo, entre miedos, ilusiones, complejos y pasiones. Me tomas con los cinco sentidos. Me haces tuya simplemente porque puedes... Porque en la cumbre de mis orgasmos, sumergida en el más profundo éxtasis, ahogada en lujuria y sudor, te lo permito. 

Podría describir el acto. Hablar, por ejemplo, de tu cuerpo varonil bañado en sudor sometiéndome mientras besas y pruebas todos mis recovecos. Hablaría de tu sonrisa de complicidad asomando entre mis temblorosas piernas. Podría gritar sin parar tu nombre cuando no puedo siquiera articular una frase más. Hacer énfasis también, en la facilidad con la que logro encender tus mecanismos al cien. O bien, volverme vulgar como lo soy cuando logramos esa sintonía adecuada. Cuando nos perdemos en lento vaivén, hasta el momento en el que, dándote la espalda, tomas fuerte mis caderas y me embistes cual toro furioso, haciéndome sumergir el rostro entre las sábanas incapaces de ahogar un interminable grito de placer. Podría hablar del momento en el que me convierto en una chiquilla que saborea su golosina favorita, dedicándole tiempo, disfrutándolo, asegurándose de no dejar un solo centímetro sin probar. Cerrando los ojos, abriéndolos luego cerciorándose de que es real. 

En fin... No me faltan las palabras para describir lo que emanan en perfecta fusión tu cuerpo y el mío en la tempestad de una habitación.
Mas no encuentro explicación para eso que bajo las sábanas, y aún más... bajo la piel, le haces a mi alma.
Dominas mis demonios, los abrazas. Los llevas lentamente a mi centro de gravedad y una vez ahí... los desatas de nuevo. 

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